La atención se da cuando el receptor empieza a captar activamente lo que ve lo que oye y, comienza a fijarse en ello o en una parte de ello, en lugar de observar o escuchar simplemente de pasada. Esto se debe a que el individuo puede dividir su atención de modo que pueda hacer más de una cosa al mismo tiempo. Para ello adquiere destrezas y desarrolla rutinas automáticas que le permiten realizar una serie de tareas sin prestar, según parece, mucha atención. A esto es lo que se llama teoría de la capacidad (Banyard, 1995: 29) que se refiere a cuánta atención se puede prestar en un momento determinado y cómo ésta puede cambiar dependiendo de lo motivado o estimulado que se esté. Ello significa que se puede canalizar la atención notando algunas cosas y otras no. A partir de este enfoque, se estaría hablando, tal como lo refiere el autor, de una atención selectiva, ya que a lo largo de toda su vida el hombre selecciona e interpreta continuamente la información que recibe de su mundo o medio. Si se prestara la misma atención a todo, el ser humano se vería abrumado.
La sensación implica el funcionamiento óptimo de órganos sensoriales y del sistema nervioso, y en condiciones normales, resulta en que seamos capaces de ver el rojo cuando es rojo y el verde cuando es verde.
El proceso sensitivo se da a través de los órganos de los sentidos siguiendo una cadena de eventos que inician con un estímulo externo, el cual debe ser lo suficientemente fuerte para ser captado por las células receptoras que se encuentran en cada órgano sensitivo.
Sin embargo, la percepción es un fenómeno mucho más complejo en el que intervienen factores como la cultura, las experiencias, los valores y las expectativas personales, una suma totalitaria. Es la forma en que cada individuo codifica la información que recibe de manera externa y en ella influye mucho el contexto o los pensamientos propios de cada uno.
La percepción varía de un individuo a otro y se ve considerablemente influenciada por factores de tipo sociocultural e individual, tales como:
- La motivación (la necesidad inmediata puede impulsar una percepción distorsionada de la realidad)
- Los valores (el conjunto de ideas, creencias o convicciones que también puede llamarse código moral influye en la percepción del individuo, que tiende a “acomodar” lo que percibe de modo que no le resulta contraindicativo)
- Las expectativas (ideas preconcebidas del cómo deberían ser las cosas)
- El estilo cognoscitivo (o la manera en que interpretamos el entorno, desarrollada a lo largo de nuestras vidas y que tiende a ser una visión “igualadora” o “exagerada” de la realidad percibida)
- La experiencia y cultura (formación empírica de un grupo con base en sus costumbres y tradiciones)
- La personalidad (conjunto de características relativamente estables que pronostican el comportamiento)
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